sábado, 10 de noviembre de 2012

Apunten al blanco

APUNTEN AL BLANCO  


El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años estuvo con los indios del Chaco paraguayo. Él formaba parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron a un cacique que tenía prestigio de muy sabio. El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin pestañear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua de los indios. Cuando la lectura terminó, los misioneros se quedaron esperando. El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó:

 —Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.

 Y sentenció:

 —Pero rasca donde no pica. 

(Eduardo Galenao, Libro de los abrazos)


 8 de noviembre de 2012. Algunas facultades de la complutense y de otras universidades han convocado huelga estudiantil para ir calentando motores de cara a la huelga general del 14-N. Se ha preparado con poco tiempo, la difusión ha sido escasa y la coordinación entre asambleas ha sido mínima. Por tanto los piquetes han de ser informativos, no estamos en disposición de hacer auténticos piquetes. En la facultad de historia somos a las 8 de la mañana unxs 30. Los 30 incombustibles de siempre. Yo no llevo en esta facultad ni 2 meses, vengo de la universidades de valencia. He acudido a unas 3 asambleas aquí y ya sé de sobra quienes somos los “incombustibles de siempre”: militantes de organizaciones de izquierdas, gente involucrada en asociaciones estudiantiles, lxs que no se sienten a gusto en ninguna organización pero tienen una gran inquietud como activistas... poco más ¿por qué no se vacía la universidad el día de una huelga? ¿por qué estamos tan solxs lxs incombustibles? 

Algo está pasando: la crisis ya no es solo un concepto, es una realidad: gente sin casas, gente pasando hambre... y en el caso de la universidad: gente que no puede acabar sus estudios por la subida de tasas, empeora la calidad de la enseñanza, etc. Algo está pasando y eso que llamamos el “movimiento estudiantil” no levanta cabeza. Soñamos con que es posible la construcción de lo que clásicamente las vanguardias han llamado un frente amplio de masas. Nos decimos que es posible porque hay ejemplos que lo demuestran: Quebeq, Chile... ¿pero es plausible aquí? En Quebeq y Chile los sindicatos estudiantiles cuentan con cientos de miles de afiliadxs. Aquí no. Sin duda aquí la gente está dispuesta a salir a la calle y manifestarse (no entiendo por qué pero la gente no se cansa de acudir a aburridas manifestaciones donde las consignas de lucha no pasan de ser eso, meras consignas). Pero a lo que no están dispuestos es a organizarse, a acudir a asambleas una semana detrás de otra, a pegar carteles, a hacer piquetes, etc. No soy amigx de las teorías posmodernas, pero lo cierto es que las “luchas” ahora son líquidas, que los “movimientos sociales” no son más que eventos facebook... -hoy haremos la revolución! Me gusta, asistiré-... Y seamos honestxs: ningunx de lxs incombustibles cree realmente en una victoria. Luchamos por inercia, porque no estamos dispuestxs a bajar la cabeza. Pero realmente sabemos que la derrota es inevitable. No tenemos esperanza. Quizás estemos haciendo algo mal. Vemos el problema, de eso no hay duda, pero no acertamos a encontrar soluciones viables. Podemos continuar hasta cansarnos. O podemos hacer un alto en el camino y repensar nuestra lucha. Analizar la realidad. Elaborar una hoja de ruta antes de ponernos en camino. 

En una conferencia el profesor de ciencias políticas Juan Carlos Monedero contaba la siguiente fábula: después de años de entrenamiento, un maestro en artes marciales se planta delante de su pupilo. Le dice: voy a golpearte con una vara en la cabeza. Si dices que no, te golpearé de todas formas. Si dices que sí, te golpearé. Si guardas silencio, te golpearé. Entonces, ¿qué opciones le quedaban al pupilo? Finalmente su respuesta fue la siguiente: arrebató la vara al maestro y le golpeó con ella. Es decir, encontró una solución fuera de las opciones que se le ofrecían. Quizás uno de los problemas del “movimiento estudiantil” sea ese: no estamos siendo capaces de ver más allá de los esquemas clásicos de lucha. Pero puede que la construcción de un frente amplio de masas no sea posible en las condiciones actuales. Porque esta opción implica un enfrentamiento cara a cara con el enemigo. Una guerra abierta. Una batalla campal al estilo clásico: dos ejércitos uno delante del otro dispuestos a comprobar cual es más fuerte de los dos. ¿Contamos con fuerzas para plantear una lucha en estas condiciones? La respuesta es obvia: no. 

Entonces, ¿qué nos queda? En el libro Guerrilla del británico Lawrence de Arabia, que participó junto a los árabes en la revuelta contra los otomanos durante la I guerra mundial, se describe cómo es posible una victoria pese a enfrentarte a un enemigo con más efectivos y recursos. También sucedió así en Cuba o Vietnam. No lo olvidemos. Lawrence lo deja bien claro: “El combate no era físico sino moral y, por tanto, las batallas eran un error (…).Las batallas son imposiciones a la parte que se cree más débil (…). Los árabes no tenían nada material que perder, por lo que no tenían por qué defender nada ni por qué disparar a nada. Sus carta eran la velocidad y el tiempo, no el poder de impacto”. Lo dicho: puede que haya llegado el momento de hacer un alto en el camino y repensar nuestra lucha. El momento de anticiparnos al enemigo y no plantear la batalla tal y como él espera. De practicar una reitarada táctica, esto es, sentarnos con calma, sin agobiarnos porque haya una, dos o mil manis (ya sabemos todxs de sobra que no se soluciona nada con una mani) que lo único que consiguen es agotarnos y empezar a elucubrar dónde y cómo golpear, apuntar al blanco y no disparar a lo loco. 

 j.b

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